Este estudio se suma a las búsquedas genealógicas de cuño feminista que indagan en la historia con el fin de rescatar y hacer visible aquellas voces marginadas u orilladas por la historiografía oficial. Ahora bien, debe precisarse que este es un análisis que se limita al ámbito europeo y estadounidense y, por ello mismo, reconoce su insuficiencia y no pretende mostrar la historia en términos universales, ni siquiera sus hitos más importantes. Dicho esto, las genealogías no se limitan a rastrear la historia en forma de linajes de desarrollo. Antes bien, son instrumentos que habilitan la comprensión de las condiciones contextuales, tanto constrictivas como formativas, de los sujetos. Por ello, los análisis genealógicos vislumbran lo que podrían denominarse rutas de cambio[1] y muestran el origen del que descienden muchas de las categorías teóricas que se usan de manera habitual para analizar la realidad social y política, tanto en las disciplinas de humanidades como en las ciencias sociales y naturales. Por tanto, las genealogías posibilitan la desarticulación de la autoridad axiomática de tales categorías vertebradoras. Es claro, pues, la necesidad de la memoria, en clave genealógica y feminista, y queda justificada desde la tesis de que indagar y buscar los axiomas autojustificados nos acerca a detectar y denunciar, aunque no de forma definitiva o apriorística, los intentos de invisibilizar las otras voces, y, especialmente, las aportaciones de las mujeres. Las labores de rescate a las que se suma este estudio implican tener presentes los puntos de partida que permiten el rescate de una tradición de pensamiento silenciada, y esta recuperación puede traducirse en un proyecto de reconocimiento inscrito en unas demandas políticas y civiles que comienzan de manera organizada con los tiempos modernos y cuya vigencia continúa en nuestros días