Resumen:
La dominación suele ser menos rentable que la hegemonía. El gobierno de las personas a través de la coerción dura y pura ha mostrado, a lo largo de la historia, encontrar mayores resistencias que el gobierno a través del consentimiento y el consenso. Fuerza y legitimidad lubrican modos de hacer de los de arriba que, evidentemente, no son opuestos sino complementarios. Lo que no quiere decir que sean simétricos ni, menos aún, indiferentes. Si el objetivo de largo plazo de los que administran la cosa pública es perpetuarse en ese lugar, donde confluyen el monopolio legítimo de la fuerza para asegurar los flujos y la acumulación de los capitales, deben aplicar los métodos más económicos para conseguirlo. O sea, aquellos que aseguren a lo largo del tiempo no sólo la consolidación de su poder sino, en paralelo, la fluidez de los flujos.