Resumen:
En las trayectorias que se comparten en el libro, las intersecciones de clase, género y generación develan anudamientos opresivos: hacerse cargo de la casa como una mujer adulta desde los 8 años, crecer siendo testigo y víctima de violencia, ser madre a los 15; dejar la escuela y salir a trabajar a los 12, hacerse hombre a los golpes, sobrevivir con la bravura como escudo. Son pibes y pibas sin calma, desprovistos de cuidados parentales, expulsados a la calle ante el desamparo de un Estado que cuando llega, lo hace tarde. En ocasiones, no obstante, operan distintos soportes institucionales o comunitarios, con diferente capacidad de amortiguación. El trabajo de las instituciones, las redes comunitarias y, sobre todo, las biografías juveniles impiden sostener posiciones fatalistas. No se trata de un optimismo ingenuo: en los relatos de vida se respira también la tenaz obstinación de seguir adelante, más allá de lo vivido.
