Resumen:
La acción colectiva del “No a la Mina” marca el inicio de las resistencias mineras en Argentina que cuestionan el modelo de desarrollo hegemónico y, consecuentemente, la idea de relación con la naturaleza, el objetivo de la producción, las características del consumo, en definitiva, interpelan acerca del sentido mismo de la vida humana sobre la tierra. En esta disputa simbólica y material, se enfrentaron por un lado, la empresa minera multinacional (apoyada por el Estado, algunos sindicatos y partidos políticos mayoritarios) y por el otro, la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Esquel (apoyados por el sindicato docente, algunas ONGs y partidos políticos minoritarios). Mientras los argumentos empresarios se centraron en la idea de progreso, crecimiento económico y de fuentes de trabajo; los argumentos asamblearios apuntaron a preservar la disponibilidad de agua potable, no contaminar el ambiente (agua, aire y tierra) y proteger la montaña como una identidad territorial. De ahí, que esta acción colectiva también es una lucha por definir y apropiar el territorio. En momentos históricos de riesgo ambiental, cuando la humanidad ha creído “controlar” o independizarse de la naturaleza, es cuando más vulnerables y dependientes quedamos con respecto a ella. El “No a la Mina” es un llamado de atención, es un alerta frente a la autodestrucción de la especie humana que está generando el capitalismo global. Pero, al mismo tiempo, es una propuesta: la posibilidad de vivir de manera diferente al modo hegemónico. Esta utopía nos obliga a pensar esta experiencia y nos compromete a imaginar formas aún desconocidas de relaciones sociales.