En momentos de incertidumbre y de perplejidad como el que vivimos, conviene replegarse hasta el terreno de las certezas, por básicas que nos parezcan estas. En ese sentido y hablando de las relaciones entre Europa y América Latina, el punto de partida debe ser entonces que estas relaciones son antiguas, profundas, ricas, complejas y, en todos los sentidos, vivas y vibrantes. Lo son hoy y han sido así durante al menos los últimos cinco siglos, más allá de las coyunturas a uno y otro lado del Atlántico, más allá de las vicisitudes de la política local y de la geopolítica internacional.