Descripción:
Al término de la guerra de los treinta años del siglo xx, la reconstrucción de la Europa devastada abría paso a la presencia masiva de la arquitectura renovadora —o moderna— y al protagonismo mediático de sus principales referentes. Uno de ellos, Le Corbusier, convenientemente olvidados sus intentos de aproximación a los centros de poder autoritario y bien afirmados sus vínculos con las autoridades francesas de posguerra, accedió a programas de notoria significación a escala mundial y retomó el aura de gran arquitecto que acompañó su figura desde tiempos de L'Esprit Nouveau al Plan de Argel.1 Su estudio en París era entonces la meca de buena parte de los arquitectos del mundo. Entre ellos, uno muy joven que acababa de obtener su título en Montevideo, integraba el primer grupo de viaje —exitoso invento de nuestros estudiantes de arquitectura— y alentaba una ilusión que la buena suerte hizo realidad.