Descripción:
Las sociedades modernas están regidas por la idea de Autor, que no es otra cosa que el propio sujeto jurídico, abstracto y autosuficiente que se constituye como individuo canónico de la época. El Autor-Dios vuelve a las obras entes antropomórficos, organismos jerárquicamente delimitados que le pertenecen mediante su firma. Cada obra convive con el suspenso de sus signos muertos, que son resucitados por esos otros, aquellos que anidarán el nuevo por venir. Este ensayo intenta rescatar el pensamiento de Leibniz y Tarde bajo la concepción de amistad política de Derrida: el origen plural del Ser como una Nada constitutiva que se expresa en el ar te de citar. La amistad se erige como un compromiso que sobrevive a la muerte; mediante la escritura queremos dejar algo para los que vendrán; mediante la cita, trascendemos el umbral de la muer te para darle vida a los signos muer tos, al legado de aquellos que nos precedieron. Convivimos con una ajenidad fundante. La cita es virus, infección: se interna en la carne para cambiar por completo nuestro sistema de pensamiento. La cita es también profanación: extraemos símbolos del orden de lo sagrado para volverlos al orden de lo real e imprimirles nuestro carácter singular.