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En una encuesta histórica y sociológica, la búsqueda de Dios aparece como una constante expresada en la cultura y en la filosofía desde los albores de la humanidad. Es obra del hombre, propia de su sensibilidad, de su inteligencia y de su voluntad, que muestra claramente el esfuerzo especulativo hacia el Absoluto como término último de su indagación y de sus aspiraciones.