Descripción:
¿Cómo dejar de celebrar el progreso que, pese a todo, coincidiría con el desarrollo del capitalismo, en tanto que ese “progreso” ya no tiene ni siquiera el privilegio de ponernos en la encrucijada, ante la alternativa “socialismo o barbarie” –como decía Rosa Luxemburgo–, sino de inscribirnos en una de las dos vías, en la que ahora se ha vuelto más probable que la otra? Pero si se trata de cuestionar la celebración marxista de la liberación de las fuerzas productivas, comprendidas aquellas que creen en la cooperación de los cerebros, en la producción de un general intellect, ¿cómo evitar la ilusión del “era mejor antes”, que lógicamente debería desembocar en el asunto de la agricultura y de sus reservas, en la maravillosa armonía entre el Hombre y la Naturaleza que ya se ha roto? Y cómo evitar además lo ridículo de la elección: ¡sí a los antibióticos, a las bicicletas, a Internet!, ¡no a las centrales nucleares, a los transgénicos...! El punto común de estas pendientes, que se bajan fácil y rápida-mente, consiste en que no se conectan con ninguna construcción correspondiente a una posición política. La ilusión se inscribe en la profecía. En cuanto a la elección, esta se inscribe en la vía del “sentido común” (“no se podría negar que...”); senti-do común que desde ya es contrarrestado por los grupos que, habiendo aprendido con el caso de los transgénicos, cuestionan el conjunto de la política de desarrollo agrícola, y eso que no se debe negar que sin los abonos químicos, “nosotros” nunca hubiéramos podido...