Descripción:
Se oye decir, aquí y allá, que el pensamiento francés sufre actualmente una progresiva carencia de grandes nombres. Entendemos que el gran nombre es, más que el de un gran pensador audaz, el del enérgico, constante promotor de una iniciativa del espíritu que deja en la cultura la marca de su estilo original y necesario. De ésos, en Francia, hay ahora pocos al parecer, pues en estos últimos años la muerte los ha ido retirando de la escena sin que otros ocuparan su lugar. Tal afirmación se ofrece como una evidencia y, sin embargo, debemos ser prudentes y aun desconfiados de nuestro propio juicio: tal vez los grandes nombres regresen en días no lejanos; tal vez este intervalo sea la necesaria preparación de futuras iniciativas con las que el pensamiento francés recobrará la contagiosa, decidida versatilidad a que nos tenía acostumbrados.