Descripción:
A finales del siglo XIX, Viena era un hervidero. No es sólo el carácter de las luchas políticas que se suscitaban en el seno de un imperio, el imperio austro-húngaro, a medio camino entre una modernidad demasiado avejentada, y una memoria tal vez excesivamente anclada en el futuro. Esa Viena, la cacania de Robert Musil, era no sólo una fusión, sino un campo de atracciones, de antagonismos, de presencias vivas cuyo cuerpo evidente no dejaba por ello de suscitar el olvido. Era el lugar de una de las más revolucionarias transformaciones en la composición musical: Arnold Schöberg escribía una música olvidada ya desde su prefiguración por ese lugar caprichoso y febril.