Descripción:
"Este artículo trata sobre los impuestos a puertas, ventanas y perros, decretados por Santa Anna entre 1853 y 1854, así como los de caballos y carros, que datan de antes. Pese a lo que la historiografía liberal sostuvo para desprestigiar a Santa Anna, en su tiempo, estas contribuciones no fueron consideradas “extravagantes” ni “ridículas”, ya que se adoptaron de Europa y fueron un intento por gravar progresivamente la riqueza sin afectar a las clases menesterosas. Tampoco hay prueba de que se creyeran “odiosas” ni “vejatorias”, pues pocos las pagaron y se otorgaron bastantes exenciones. Antes bien, su mala planificación y la concesión de exenciones causó que, a costa de grandes esfuerzos y gastos, lo recaudado fuera poco. Con tal de ahorrar y comenzar el cobro lo más pronto posible, fueron mal planificadas, lo cual perjudicó al erario y dificultó la recaudación. Los funcionarios públicos fueron sus principales críticos y el mismo gobierno decidió abolirlas en 1855."