Any educational proposal is indebted to ethical and anthropological assumptions that give it coherence and meaning. But not only is it based on theoretical principles, it is also conditioned by the socio-economic “circumstances” prevailing in society: model of society and type of relationships established between citizens promoted by that model of society. Education never "happens" in a vacuum. It is due to a time and a space, to the living conditions that surround each student. The proposal of education in the otherness must contemplate the “circumstance” in which the educational action is developed so that it is a response to the situation in which each student lives. One of the most pronounced characteristics of the developed society is the atomization of individuals. The ties of affection, proximity, fraternity and solidarity have disappeared or have been weakened to the extreme. The coldness that characterizes this society has almost become a "universal anthropological", a constitutive element of social life. Social relations have become purely pragmatic, utilitarian, and mercantile relationships, without giving rise to fraternity or solidarity compassion. The result is a conglomerate of isolated, atomized individuals who do not support the world of coldness in which they are immersed, but who also do not see possibilities to reverse this situation. It is a society that proscribes hope, which has made fear and impotence "legitimate" weapons for their own survival.Cualquier propuesta educativa es deudora de unos supuestos éticos y antropológicos que le dan coherencia y sentido. Pero no sólo se funda en unos principios teóricos, también está condicionada por las “circunstancias” socio-económicas imperantes en la sociedad: modelo de sociedad y tipo de relaciones que se establecen entre los ciudadanos promovidas por ese modelo de sociedad. La educación no “sucede” nunca en el vacío. Se debe a un tiempo y a un espacio, a las condiciones de vida que envuelven a cada educando.  La propuesta de educación en la alteridad debe contemplar la “circunstancia” en la que se desarrolla la acción educativa para que sea respuesta a la situación en la que vive cada educando. Una de las características más acentuadas de la sociedad desarrollada es la atomización de los individuos. Han desaparecido o se han debilitado hasta el extremo los lazos de afecto, proximidad, fraternidad y solidaridad. La frialdad que caracteriza a esta sociedad se ha convertido casi en un “universal antropológico”, en un elemento constitutivo de la vida social. Las relaciones sociales han pasado a convertirse en relaciones meramente pragmáticas, utilitaristas, mercantiles, sin dar lugar a relaciones de fraternidad o compasión solidaria. El resultado es un conglomerado de individuos aislados, atomizados que no soportan el mundo de frialdad en el que se ven inmersos, pero que tampoco ven posibilidades de revertir esta situación. Es una sociedad que proscribe la esperanza, que ha hecho del miedo y la impotencia armas “legítimas” para su propia supervivencia.