Descripción:
Vivimos tiempos en que la pregunta por el sujeto ya no pasa por su sustentación lingüística, sino por el valor heurístico y pragmático de sus atribuciones. De hecho, para algunos el sujeto ya ha firmado el certificado de defunción, mientras que para otros la búsqueda del sujeto parece convertirse en un problema planteado por Diógenes. Dios, la razón, la historia han quedado rezagados ante la pulsión de un mundo tecnocultural que potencia lo sensorial, lo narrativo, lo dinámico, lo emotivo y lo sensacional y que sueña con la idea de un sujeto carente de un sí mismo integrado y coherente y sin unidad y que desconoce los yoes conscientes, estableciéndose en la posibilidad de pensar y sentir de forma muy diferente de lo que se cree o se dice. La conciencia, como origen en que todo se origina: el significado, el conocimiento y la acción, pasa al plano de los edificios derrumbados por la fuerza de un abstracto programa de cálculo o del placer como manifiesto de verdad efímera.