Descripción:
La experiencia cotidiana se nos presenta como una serie de eventos articulados en el tiempo y en el espacio; es la consistencia de nuestro yo, de nuestra identidad. Como consecuencia de ello mantenemos baja la guardia en lo que toca al carácter ora espontáneo, ora construido de nuestro pensar, decir, hacer. Pero en la medida en que superamos la visión egocéntrica de la realidad y hacemos conciencia de que ocupamos un lugar en la realidad, llegamos a la conclusión de que, lejos de ser espontánea, nuestra relación con el mundo está siempre mediada por instancias de orden ideológico, político (y un largo etcétera), instancias culturales en suma, que configuran nuestro imaginario, de manera tan permanente, tan envolvente, que es precisamente por ello que tendemos a considerarlo como espontáneo.