Descripción:
Durante los últimos años a la universidad le han creado y alimentado un complejo robinsoniano, vale decir, de aislamiento, que no le ha permitido entregarse con serenidad a sus tareas más propias como institución cultural, a consolidar lo mejor de su tradición académica e investigativa, a estudiar con responsabilidad la posibilidad de ofrecer nuevos programas con fundamento en esta tradición, a revisar sus debilidades, a proyectarse socialmente y a cumplir con su función crítica y directiva de la cultura espiritual del país.
Si a lo anterior se suma el inadecuado manejo de sus limitados recursos (nóminas paralelas, burocratización, etc.) y la anunciada política estatal de empujar a la universidad pública hacia un paulatino autofinanciamiento, asistimos a su ocaso como entidad democrática y de servicio público, por lo mismo, a la renuncia o a la distorsión de sus funciones propias como entidad dedicada a la formación de profesionales -no a la producción de títulos- que realmente la sociedad requiere y a alimentar un proyecto cultural y científico que la nación siempre reclama. A cambio de ello, esto es, en lugar de responder por esas funciones esenciales, se lanza compulsivamente, con un populismo y mesianismo desaforados, a competir en el mercado de las bagatelas culturales y profesionales en el que se ha convertido el sistema universitario colombiano, al interpretarse como empresa lucrativa y no como institución dedicada al “conocimiento superior”.