Descripción:
Las culturas de fines de milenio se caracterizan por el renacimiento de temas religiosos y catastróficos; los últimos años del segundo milenio tienen en su agenda la catástrofe ambiental al orden del día; predicadores de todo orden se esfuerzan por conjurarla con resultados decepcionantes. Las explicaciones no faltan; la más conocida y denunciada es la actitud intransigente de los países que mayor contaminación generan frente al compromiso de establecer controles efectivos para disminuirla y respetar la biodiversidad. La respuesta de estos países siempre es la misma: no se puede admitir poner en peligro la economía mundial, cuyo colapso traería efectos peores que cualquier catástrofe ambiental, por él exceso de controles y de compromisos que en nada los benefician; así sucesivamente se van dando argumentaciones de nunca acabar siempre en el terreno de la economía.
Las catástrofes milenaristas forman parte del acervo cultural de muchos pueblos y, el ñuestro no es una excepción; la gran difusión que al problema se le ha dado tanto en la educación formal como en los medios, ha calado en el sentido común popular hasta tal punto que el “problema ambiental” sirve para establecer conversaciones entre personas de distintas generaciones y estratos sociales, es decir, se ha convertido en un referente simbólico en torno al cual se pueden establecer procesos comunicativos.