Descripción:
Cada vez que un Papa visita cualquier país, se repiten o reacuñan las mismas frases ornamentales: “mensajero de la esperanza”, “misionero de la misericordia” y así por el estilo. No hay duda que a millones de fieles, sobre todo a los más desposeídos y explotados, la presencia del máximo jerarca católico les trae momentáneos consuelos y expectativas de mejorar su situación. Las ilusiones religiosas han operado a través de los siglos como bálsamos que en nada sirven para curar los males sociales, pero sí para adormecer la conciencia de quienes los padecen y prometerles el mejor de los mundos, aunque sea en el incierto “más allá”.