Descripción:
La ría de Celestún ¿Por dónde empezar para platicar sobre esta garza? ¿Por mis primeros recuerdos de ella en la década de 1980, allá en las riberas rocosas de la presa Temaxcal en Oaxaca o en los magníficos humedales de Tabasco? Mejor empezaré por la última vez que la vi, pero que fue la primera para algunos de mis alumnos. Estábamos en la Reserva de la Biósfera Ría Celestún (ubicada en Yucatán y Campeche), en un viaje de práctica de campo del curso de manejo de zona costera de la maestría de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR). Por cierto, en la península de Yucatán se le llama ría a las lagunas costeras que se forman cuando el mar arrastra arena y la deposita paralela a la costa, pero dejando un cuerpo de agua que puede tener más de 60 kilómetros de largo y solo unos cientos de metros en su parte más ancha. El nombre proviene de la época en que los conquistadores españoles exploraron estas costas y admiraron el paisaje que les recordó a las desembocaduras de los ríos, a las que en España hasta ahora se les llama rías, por ejemplo, la ría de Arousa o la ría de Vigo. La ría de Celestún está bordeada de árboles de mangle, los cuales son capaces de soportar periodos de inundación y de agua salada. Como crecen sobre terreno inestable y en muchos casos carente de oxígeno, desarrollan estructuras de raíces que les dan estabilidad y que son capaces de llevar oxígeno a la parte del árbol que queda cubierta por agua o lodo. Tales adaptaciones extremas son características en estos terrenos también conocidos como humedales, término que engloba todo tipo de zonas inundables; cabe mencionar que las funciones ecológicas de los humedales son esenciales. Garza tigre Habíamos pasado la noche en la estación de campo que la asociación civil Ducks Unlimited de México (DUMAC) mantiene desde hace 25 años a orilla de la ría, y que da apoyo a científicos o brinda facilidades para cursos y talleres cuyo objetivo sea dar a conocer y proteger los recursos naturales. Era temprano y con los estudiantes salimos en lancha para platicar sobre los procesos ecológicos costeros y compartir lo que tanto me gusta: observar las aves. Ya habíamos visto al gavilán cangrejero y al águila pescadora, también a las gallaretas y a los flamencos. Habíamos admirado varias especies de garza, las pequeñas blancas de dedos amarillos, la grande blanca y el garzón gris, además de varias gaviotas y camachos. Al regresar desde el fondo de la ría de vuelta a la estación de campo de DUMAC, el lanchero entró a un lugar muy bonito en donde hay un ojo de agua entre los árboles de mangle; como ya se mencionó, estos árboles pueden soportar el agua salada, pero con el agua dulce crecen bastante. Este lugar es conocido como cenote Valdiosera y es un sitio muy popular para nadar durante la primavera y el verano; aquí los lancheros y autoridades han construido un muelle y un sendero elevado que permite a los visitantes caminar sin mojarse ni ensuciarse los pies en el lodo. Al descender en el muelle oímos el vibrante reclamo de un martín pescador enano y observamos con admiración los grandes árboles de mangle con sus raíces zancudas. Caminamos con sigilo y respeto ante el espectáculo. En eso, bajó a unos metros de nosotros un ave amarilla de patas largas, que medía unos 70 centímetros de largo y 160 centímetros de envergadura (ancho del ave con las alas extendidas, midiéndolas de punta a punta). El cuerpo, a primera impresión parecía todo de color canela, sin embargo, una segunda vista nos permitió apreciar las finas bandas horizontales de color negro alternado con canela; a esto se le llama barrado. El patrón de barrado se extiende por las plumas que cubren la parte superior de las alas de estas aves. Otra de sus características es una mancha canela visible cerca de lo que parece ser su hombro, pero que en realidad es el lugar en donde estaría el dedo pulgar (como parte de los huesos atrofiados en las alas de las aves); ahí se inserta una pluma conocida como álula. Observamos también un patrón de barras negras más anchas alternando con tonos amarillos y naranjas en el cuello que las job-job muestran y que les da su otro nombre común: garzas tigre. La familia job-job Como si no fuese suficiente, para llamar la atención y para aumentar su peculiaridad, la garza que estábamos contemplando tenía la corona negra y la piel sin plumas alrededor del ojo; la garganta era amarilla, y una franja blanca con una línea canela al centro le recorría el frente del cuello desde la garganta hasta el vientre, también canela. Nos observaba atenta, mientras nosotros conteníamos la respiración para no espantarla. De pronto sonó un grito grave y profundo que recorrió el petén (islote con vegetación): “¡Job-job, job-job, job-job!” La garza lo escuchó con atención y voló hacia una rama cercana; también profirió el mismo grito: “¡Job-job, job-job, job-job!” Este sonido tan peculiar es el que le da su nombre común en toda la región maya. Luego voló cruzando sobre el cenote y allí se reunió con su pareja. Sobre una rama horizontal, con el fondo de los helechos, ejecutaron una especie de danza hinchando el plumaje y tocándose los picos y cuellos, mientras seguían emitiendo su grito. Dado que no hay diferencia en el plumaje entre macho y hembra, no podíamos saber cuál era cuál aunque hay ciertas actitudes, como mantener la cabeza baja todo el tiempo, lo que nos hacen suponer que la que esperaba (a la izquierda en las fotos) era la hembra. La primer ave voló alejándose del sitio, en tanto la recién llegada se dirigió hacia arriba de un árbol cercano, y entonces nos dimos cuenta de que lo que habíamos presenciado era el ritual de cambio de guardia en el nido. En efecto, allá arriba estaba escondido un nido. Lejos del alcance de la impertinencia de la cámara, pero ubicable con los binoculares, se percibía inmóvil un solo pollo de garza job-job, esperando al adulto. Las especies Esta especie lleva el nombre científico de Tigrisoma mexicanum. En América Central y del Sur hay otras dos especies. Una de ellas es muy similar en apariencia a la job-job; se llama Tigrisoma fasciatum u hocó oscuro y habita en arroyos de montaña en Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina. Un poco más pequeña y con un color canelo, casi rojo en el cuello y cabeza, está la Tigrisoma lineatum que se distribuye en México (Chiapas), Costa Rica, Nicaragua, Panamá, Colombia, Venezuela, Trinidad, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina. Todas las especies se alimentan principalmente de peces, pequeños reptiles, anfibios e insectos. En una ocasión, en los humedales de agua dulce al sur de la Reserva de la Biósfera de Ría Lagartos, observé una job-job que caminaba sobre lechuga acuática, lo cual me impresionó pues la lechuga acuática es una planta que flota sobre el agua. Súbitamente se quedó estática y comenzó a estirar con lentitud su cuello, que parecía estar creciendo. En realidad lo que sucede, pero no podemos ver porque está oculto por las plumas, es que por lo general el ave tiene el cuello doblado como una “S”; lo estira cuando está acechando a una posible presa y es entonces cuando podemos verlo en toda su longitud. Garzas y humedales Las garzas job-job, que como mencioné también se les conoce como garzas tigre, se distribuyen en los humedales tropicales del continente americano, en sitios en los que existan árboles cercanos o sobre agua abierta en donde puedan construir su nido. Son garzas que anidan solitarias, a diferencia de otras especies que pueden formar colonias de decenas de nidos sobre un mismo árbol. Se le conoce como aves residentes, es decir, que no realizan migraciones. El nido, como el de todas las garzas, consiste en una plataforma de ramas de unos 40-50 centímetros de diámetro. Yo he visto algunos en árboles altos en la afluentes del río Papaloapan en Oaxaca y Veracruz y también en el río Hondo en Quintana Roo. Sin embargo, en Sian Ka’an las garzas prefieren árboles de mangle a tan solo unos dos metros sobre el agua pues los mangles no alcanzan mayor altura en la región, excepto en los petenes. La anidación en México ocurre durante el otoño boreal (otoño en el hemisferio norte), como en el caso relatado que ocurrió a fines en noviembre. Ese día, de regreso a la lancha y de vuelta a la estación de DUMAC, seguimos observando con admiración la vida silvestre y los bellos paisajes, pero en nuestra mente seguía la impresión de la magnífica presencia de la garza job-job. Podemos decir que mientras existan los humedales, bien manejados y protegidos, estas garzas no estarán en peligro; sin embargo, en regiones de México y Centroamérica hay procesos acelerados de transformación y se colocan diques o canales que matan grandes extensiones de humedales. Estos procesos destructivos implican un gran peligro para la fauna y la flora, así como para el conjunto de funciones ecológicas que desempeñan. La destrucción de los humedales pone en peligro la vida en nuestro planeta, tal como la conocemos. No obstante, animales como la garza job-job son una de tantas razones para conocer, admirar y proteger estos ecosistemas. Jorge Correa Sandoval es investigador del Departamento de Conservación de la Biodiversidad, ECOSUR Chetumal (jcorrea@ecosur.mx). Ecofronteras, 2015, vol.19, núm. 55, pp. 26-29, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx