Descripción:
De la concepción de Víctor Gaviria sobre su trabajo al que llamó en algún momento como realismo con testigos pasamos al descubrimiento de un ethos singular que lo ha llevado a reconocerse como un caracol que va abandonando sus casas por todas partes. A partir de los planos iniciales de la película La vendedora de rosas, en los que vemos el barrio La Iguaná, a Andrea y a Mónica, a Judi y a Miltón, y a la avenida 70 de Medellín, abordamos la imagen en movimiento como detonante de una serie de conceptos-acontecimientos y correlatos que nos permiten reflexionar acerca de otros asuntos, como los conceptos de frontera y linde borroso y poroso, el de urbanismo, ciudad, intimidad y lo que la diferencia de lo público y lo privado, el tejido de resistencias e ilusiones de los pasos de esos niños en las calles y en el lenguaje, así como la arremetida y las implicaciones éticas y estéticas de la famosa pregunta del Chinga, uno de los personajes, ¿para qué zapatos si no hay casa?